La Dama Justa



Saludos, terrícolas.

Hace mucho que no escribía en este blog. Las responsabilidades de la vida fuera de lo digital (la vida real) hacen un poco difícil el sentarme y escribir. La musa es dependiente de factores externos de la vida que influyen en nuestros corazones, sea amor, odio, alegría, tristeza, dolor, etc.

En este momento, no es la excepción. Esta semana tuve un encuentro personal con una dama. Una dama imponente, que no avisa cuando llega. Una dama cuyas acciones hablan, ya que su voz no se oye. Esa dama visitó a mi familia hace poco tiempo, y aún se encuentra en nuestros aposentos.

Esta dama es una dama justa. Visita a grandes y a chicos, pobres y ricos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. No le importa tu condición para visitarte, ni se escandaliza si no tienes con que recibirla. No te reprocha tu sorpresa ante su presencia. Esa dama es dueña y señora de la única estadística perfecta. De hecho, esta dama visitará al 100% de los seres humanos de este mundo.

Esta dama es una dama a la que nadie ve belleza, de hecho, todos le huyen y no escatiman esfuerzos para retrasar su visita. Es una dama que cada cierto tiempo nos recuerda su existencia, a base de apariciones a nuestro alrededor, postales que nos envía con noticias de tierras lejanas, tragedias que se arrastran en nuestros oídos.

No podemos pagarle a la dama, cual ramera; para cancelar su hospedaje en nuestra vida. El dinero no es más que hojarasca al viento en sus dedos. Ella considera el valor de la salud y el fitness como nada; su sabiduría es más alta. La tecnología futurista es necia ante ella; no valen técnicas, ni robótica.

La religión intenta ser un biombo cobertor, que oculta nuestros miedos, pero esta dama observa a través de el, como agua clara; ese biombo solo es parte de su mobiliario personal. Pretendemos impresionarla con nuestras obras de caridad, a ver si podemos convencerla de nuestra utilidad en la tierra de los vivos. Nunca funciona. Esta dama es una dama puntual, responsable, exacta, y siempre llega donde es enviada.

Creo que no hace falta describir más a esta señora, ya que todos la conocemos y muchos más le temen.

Personalmente no se como enfrentar la muerte. Cada vez que escucho sobre la pérdida de un ser querido, el tiempo se hace más lento y el dolor comienza a caer en mi pecho como un cuentagotas. Cuando la sombra de las alas del ángel de la muerte cubren la familia, no se como reaccionar. No se que palabras decir, que hacer. Me siento inútil, al saber que no puedo decir nada que cambie la situación de las personas a mi alrededor. El dolor de las personas que sufren la pérdida se vuelve mio. Y soy honesto al decir que cada vez que puedo, deseo huir de ese dolor. Mi mayor temor en la vida, no es mi propia muerte, sino la muerte de mis seres queridos, sea a "tiempo" o a "destiempo" (Lo pongo entre paréntesis, porque considero que debemos de dejar de decir esas expresiones ante la muerte de personas). Temo el verme solo, sin las personas que amo a mi alrededor a lo largo de mi vida; pero al mismo tiempo tengo que ser realista ante la inminente visita de la dama justa sobre mis padres, tíos, maestros, entrenadores, jefes, hermanos, amigos, etc. Me da terror el saber de que no hay un orden en específico en el cual la muerte visitará.

Odio los funerales. Es un recordatorio de que las funerarias serán los edificios que más visitaré durante una larga temporada, y de paso, también pasaré yo por una de ellas a exhibirme. Odio los entierros. Esas últimas demostraciones de desgarrador dolor, son las que quedan en nuestra alma. Pero al mismo tiempo, amo los cementerios (menos los dominicanos... apestan), caminando entre ellos, puedo sentir la paz que conlleva un legado de vida descansando de su faena. Puedo sentir todas las vidas que ya no están, y puedo aprender de la sabiduría de los muertos: "la vida es la mayor bendición dada por Dios en esta tierra, y es la más efímera de ellas".

En los funerales lloramos no solo por los muertos; sino por nosotros mismos. Lloramos por nuestra adolescencia de la presencia e influencia de esas personas en nuestras vidas. Sus abrazos, sus consejos, su cariño. Lloramos por un comienzo doloroso en una nueva etapa, en la cual las relaciones cambian. Lloramos por el recordatorio de que... para allá vamos todos.

La muerte da miedo. La muerte le da miedo a aquellos que no saben que será de ellos después. Le da miedo a aquellos que no saben como estar delante de la presencia de Dios. Le da miedo a aquellos que no tienen esperanza durante su vida. Le da miedo a aquellos que han malgastado sus alientos en meras cosas materiales. Para estos, la muerte es un oscuro, deforme, humillante y eterno final en oscuridad y olvido. El final de su felicidad. El final de los placeres y los deleites de la carne. Nuestros cuerpos se van; comida de gusano. Al polvo volvemos, así como fue profetizado en el principio por causa del pecado. 

Pero a los que creemos en Cristo, la muerte es una visita temporal. Si, es una visita que duele, que cambia. Pero es un mero trámite migratorio hacia la nueva patria prometida por Dios a aquellos que ponen su confianza en Cristo en esta vida.

Este mensaje es digno de crédito:Si morimos con él,también viviremos con él. - 2 Timoteo 2:11 (NVI)

Y esta es simplemente UNA de MIL promesas que se nos da a aquellos que hemos sido comprados por la sangre de aquel Cristo que venció la muerte. Aquel que la tumba no lo pudo detener. Cristo abrazó a la dama. Vio la belleza de la dama y reconoció su valor. Cristo nos enseñó que podemos tomar la mano de esa dama justa, dolorosa y bella, y que ella nos guiará hacia los brazos abiertos del Salvador.

Luego, ella seguirá su camino, visitando a cada uno de los que viven, cuando menos se lo esperan.

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