Gym Talk
Los gimnasios (y no los Pokémon) son ecosistemas especiales en los cuales el cuerpo humano es podado, abonado y fertilizado en los campos del acondicionamiento físico, con tal de dar los frutos de los abdominales como barras de chocolate, brazos tan gruesos como pitones, caderas de infarto envueltas en yoga pants, selfies frente al espejo (#todolopuedoencristoquemefortalece), filas para ciertas máquinas, el típico chico flacucho que quiere aumentar músculo, la típica chica rellenita que quiere ser como su actriz favorita, el tipo que te quiere vender los suplementos, y otros pintorescos personajes y situaciones. Los gimnasios varían su locación, servicio, infraestructura para poder ofrecer lo mejor a cada estrato social; pero de algo es seguro: No importa que gimnasio vayas (Body Shop, Gold's Gym, Planet, Smart Fit, o donde el Peca), si estás entre hombres en el gimnasio, vas a escuchar las mismas conversaciones.
Hay tanta testosterona en el aire que se puede oler. La música intensa activa tus sentidos y sientes la adrenalina fluir entre tus venas con cada plato de 10 libras que le aumentas a las repeticiones. Hay voces de aliento que te animan a repetir el movimiento una vez más... y otra vez, y otra vez. Los músculos duelen, pero sientes la satisfacción de saber que estás dando lo mejor de ti. Estás concentrado... hasta que te pasa por el lado una chica con los pantalones más ajustados del la historia de los pantalones ajustados.
¡Como buen hombre cristiano no te atreves a darte la vuelta ni siquiera pensar en ello! Recuerdas lo que dice la Palabra al respecto: "Todo aquel que mira a una mujer con malos ojos, adultera con ella en su corazón." (Mat. 5:28). Mientras te espabilas y vuelves a tus propios asuntos, no puedes evitar escuchar lo que tus demás compañeros dicen con respecto a la chica que acabó de pasar. Hablan de sus piernas, de su figura, de cómo quisieran estar con ella en la cama, y otras cosas (por supuesto, no tan PG-13 como lo he descrito aquí). Pero, para tu no gran sorpresa, el tema no acaba ahí. Los chicos se reunen alrededor de las máquinas mientras descansan, a hablar de sus conquistas y de sus "convicciones" con respecto a las mujeres y el trato que les corresponde a cada una de ellas. Escuchas a un abogado de renombre, que se sienta en el chest press de al lado, cómo espera que las universitarias a las que les imparte clases, le tiren por Whatsapp después de clases para irse por ahí, y cómo se cambia hasta la camisa en el camino para que la doña (su esposa) no se de cuenta. Escuchas a un maestro de escuela primaria admirado en su comunidad, describiendo como le encanta ver a las niñas ir con faldas cortas a la escuela. Escuchas a un policía no corrupto, como pocos; gozarse en las veces que tiene que esconder su teléfono de su esposa porque las mujeres no lo dejan de llamar. Escuchas a un padre de 2 varoncitos decir que le enseña a sus hijos a ser "machos"... y te cuestionas: "¿De qué manera?". Escuchas a los tígueres del barrio regodearse de que les dan duro a las menores, escuchas a profesionales reírse de las anécdotas con sus secretarias. Escuchas las historias de las cabañas. Escuchas cómo con tanta convicción estos hombres, públicamente morales y éticos, defienden su posición basados en el placer, el machismo, y el egoísmo. Lo mismo que hizo Trump con respecto al Grab' em by the p****, es lo mismo que escuchamos a nuestro alrededor, entre las mancuernas. Irónicamente, el episodio no para ahí: siempre hay un sabroso que se acerca a las chicas a "asesorarlas" con respecto a qué ejercicios deben realizar, qué dieta deben tener, y otras excusas para sacarles el número y quizás otra cosa en el camino. También aparecen las provocadoras: las féminas que van al gimnasio específicamente a eso: a provocar, a sonsacar y a tratar de encontrar una nueva conquista al cual sacarle beneficio (Sea económico o de otra índole).
La Palabra de Dios nos habla de este tipo de conversaciones y situaciones:
Que no haya ninguna inmoralidad sexual, impureza ni avaricia entre ustedes. Tales pecados no tienen lugar en el pueblo de Dios. Los cuentos obscenos, las conversaciones necias y los chistes groseros no son para ustedes. En cambio, que haya una actitud de agradecimiento a Dios. Pueden estar seguros de que ninguna persona inmoral, impura o avara heredará el reino de Cristo y de Dios. (Efesios 5:3-5a, NTV).
No se dejen engañar por los que dicen semejantes cosas, porque «las malas compañías corrompen el buen carácter». (1 Cor. 15:33, NTV)
Este tipo de casos se evitan de manera muy práctica: aléjate de ellos. Aplica el principio del Salmo 1 y no abundes ni otorgues chance de hablar de esas situaciones en particular. Sepárate de aquellos que se gozan de la iniquidad. Se supone que al gimnasio vas a relajarte, a ejercitarte y a buscar un resultado en tu cuerpo, no a presentar tu punto de vista con respecto al pecado. Con respecto a tus ojos, se resuelve igual. Huye de los espacios donde haya mucho movimiento en el cual tus ojos se queden colgando. Si es necesario, cambia de gimnasio o de tipo de ejercicio. Más te vale sacarte el ojo y cortarte la mano. Sería muy cool encontrar al amor de tu vida en el gym, pero no conozco ningún caso así, so...es muy poco probable, así que... deja el flirteo y se santo, no sexy. #guardatusojos.
Situaciones como esta, son absolutamente normales en los gym y no vemos otra cosa. El gimnasio se ha convertido en la palestra pública que muestra lo que verdaderamente piensan muchas personas. La confianza de estar entre personas que supuestamente piensan igual que tu, hace que la comunicación de esa idea sea más fácil, y lamentablemente muchos jóvenes que por primera vez pisan esos establecimientos, son confrontados con la idea de que podemos hacer lo que sea con las mujeres y hombres que nos pasan por el lado. De hecho, los gym se ha convertido en un nuevo templo de adoración; cual egipcios o romanos, a los nuevos dioses de nuestra sociedad: la sensualidad y la sexualidad. No tenemos estatuas, pero tenemos los productos Nike que nos ponemos para hacer ejercicio. No tenemos incienso, pero tenemos los miles de productos vegan que nos ofrecen. No tenemos sacerdotes o sacerdotisas, pero tenemos los miles de fitness influencers que bombardean nuestros feeds. Pero hago la salvedad de que el problema no es el lugar, ni la actividad: son nuestros corazones no arrepentidos y endurecidos los que se mantienen buscando las cosas que no son.
A nosotros nos toca el ser sal y luz, incluso en los gimnasios, mostrando al mundo que podemos tener un discurso de honor, respeto, pureza e integridad. A nosotros nos toca mostrar al mundo de que, a pesar de estar pendientes a cuidar y administrar bien el cuerpo que Dios nos ha cedido, el mismo no es nuestro dios ni nuestra morada definitiva. A nosotros nos toca mostrar al mundo de que el gym no es un lugar para dar rienda suelta al pecado en nosotros, sino un lugar para podar, abonar y fertilizar el cuerpo y dar frutos de salud y bienestar físico, mental y emocional.
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